
La prendas de pluma tienen dos enemigos terribles: la humedad y los cigarrillos. De estos últimos poco se puede decir excepto que conviene alejarse de ellos cuando vestimos un plumífero. Del primer enemigo es más difícil zafarse para nuestro pesar porque el mejor plumífero quedará convertido en un pesado, informe e inútil amasijo, despojado de todas sus propiedades térmicas, si permitimos que se moje.
Además, pasará mucho tiempo antes de que se seque. Ésta es la razón de que los fabricantes hayan dedicado tanto tiempo y dinero en encontrar aislantes sintéticos que, con las mismas propiedades térmicas de la pluma, no se empapen con el agua.
Muchas marcas encierran la pluma entre tejidos sintéticos hidrófobos, o tratados con alguna sustancia hidrofugante, pero que, al mismo tiempo, mantienen muy buenas cualidades de transpiración. El resultado de la combinación es bastante bueno sin llegar a ser extraordinario, y estas prendas pueden resistir sin muchos problemas una niebla densa o una lluvia ligera. El mayor problema que tiene esta fórmula híbrida es que si la pluma se llega a mojar de veras, el tiempo de secado se multiplica. En definitiva, hay que repetir lo que ya se dijo más arriba: los plumíferos (chaquetas o chalecos) no están diseñados para ser la capa exterior frente a agentes como la lluvia o la nieve.
En base a las propiedades y características descritas para este tipo de prendas, no es difícil comprender que su limpieza no debe alterarlas ni modificarlas ya que perderían la función para las que se diseñaron. El tipo de suciedad, los remates, los adornos plásticos, los impermeabilizantes, sus vivos colores, propician que el lavado en agua por profesionales ofrecerá los mejores resultados de limpieza y conservación.